Daniel Quineche Meza
Lima, 10 de julio de 2022
El ingreso a
la Primaria empieza con el acto de la matrícula. Cerca de mi casa existía la
Escuela Primaria Prevocacional N° 446, más conocida como “Macnamara” (José
Antonio Macnamara fue un destacado preceptor de Huacho). En 1957, el estado
peruano oficializó la etapa escolar de Transición; por lo que, cuando mi madre
se acercó a matricularme se dio con la sorpresa de que se pidiera una
constancia de que había hecho la transición en una escuela pública. Como ese no
era mi caso, ella pidió entrevistarse con el director de la escuela, el maestro
Juan Francisco Vega y Vega; el cual accedió, pero al final de la jornada.
Desconozco
los pormenores de dicha entrevista, pero de lo que sí puedo dar fe es que el
director para aceptar mi matrícula había puesto como condición que debería
pasar por un examen. A primera hora del día siguiente el director, en su
oficina, procedió a hacer el examen. Este consistió en la lectura de un texto
corto en voz alta, la escritura de una oración y el cálculo de sumas y restas. No
recuerdo si lo hice bien o mal, el resultado fue que el director aceptó
matricularme en el primer año de Primaria. Había empezado mi vida escolar. La
Primaria me recibía después de un examen. Aprobar el examen, más adelante
evolucionaría a evaluación, aparecía como la meta a lograr bimestre a bimestre,
año a año. Pero, no sólo sería meta, también marcaría el día a día de estudiar
para los exámenes. Los que no lo aprobaban, “jalaban”, repetían el año. Mi
nuevo horizonte se extendió a los próximos cinco años que duraba la primaria.
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