Daniel Quineche Meza
Desde esta perspectiva se presenta
en la escuela una ciencia, social y ambientalmente, neutra. Esta visión ignora
completamente el impacto de la ciencia en el medio natural y social o los
intereses e influencias de la sociedad en su desarrollo. Este tratamiento
descontextualizado tiene como base la falta de claridad de la relación entre la
ciencia y la tecnología.
Generalmente, la tecnología es concebida como la
aplicación de los conocimientos científicos, producto de la tradicional
primacía del trabajo intelectual sobre el trabajo manual (En el campo
educativo, el trabajo manual se ha traducido como formación dirigida a los estudiantes con peores
rendimientos escolares, y que proceden de los sectores más pobres). Sin
embargo, debemos tener en cuenta que el objetivo de los tecnólogos siempre ha
sido y es producir y mejorar procedimientos, sistemas y productos para satisfacer las necesidades
humanas que evolucionan. Para ello construye conocimientos para condiciones específicas
y complejas (no construye un cuerpo de conocimientos y menos puede trabajar en
condiciones “ideales”). La pregunta más valiosa que se plantea es el cómo, por
encima del por qué. Este cómo no puede responderse sólo a partir de los
principios científicos porque del diseño al prototipo y de éste a la
optimización de procesos para su producción real, son muchos los problemas que
se tienen que resolver. El resultado final es el funcionamiento eficaz de los
productos diseñados en las condiciones requeridas. Esta compleja interacción
entre comprensión y acción en situaciones específicas reales es lo que
caracteriza al trabajo tecnológico. Por tanto, la tecnología no puede ser una
simple aplicación de la ciencia. Además, el desarrollo histórico de ambas,
muestra que la técnica ha precedido en milenios a la ciencia y muchas veces ha
evolucionado de manera independiente de las ideas científicas.
Esta
minusvaloración de la tecnología en la escuela resta oportunidades a la
formación científica de los ciudadanos porque:
a) No se aprovechan las habilidades
de los estudiantes para diseñar, producir y manejar productos tecnológicos,
superando la enseñanza puramente verbalista y libresca;
b) Se deja de lado
aspectos clave de la tecnología como: el análisis medios-fines, el diseño y
realización de prototipos, la optimización de los procesos de producción, el
análisis riesgo-costo-beneficio, la innovación sugerida por el uso y el manejo
real de los productos tecnológicos de los que depende nuestra vida diaria; y
c)
No se educa a los ciudadanos para que eviten el consumo de productos
tecnológicos nocivos y menos para que participen en la toma de decisiones que
implican el uso de la ciencia y la tecnología. La responsabilidad no sólo recae
en los científicos y tecnólogos porque en las decisiones también intervienen
políticos, economistas, empresarios y trabajadores. La responsabilidad es de
todos.
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