jueves, 9 de marzo de 2023

TRES MAESTRAS EXTRAORDINARIAS

Daniel Quineche Meza

9/03/2023

En nuestra formación profesional se dan hechos que nos marcan para toda la vida. Hoy recuerdo complacido la acción formadora de tres maestras cantuteñas. 

Teodora Revilla de Rocha me invitó a participar en las sesiones de “Experimentos con la luz” a cargo de un profesor visitante en la UNI (Lima); para ello nos trasladábamos en su Volkswagen desde Chosica dos veces por semana durante un mes. 

Celia Albrizzio Fontana me invitó a colectar muestras de plantas que luego se usarían en las prácticas de Botánica sistemática; por lo que, en su Volkswagen, nos trasladábamos desde Chosica hasta los chorrillos de Barranco. 

Y, Lidia Gonzáles Sánchez quién me develó que tenía condiciones para ser profesor universitario y me dio la oportunidad de formarme paso a paso empezando como Auxiliar de Laboratorio (lava frascos). Sus consejos y recomendaciones fueron delineando mi formación de maestro. Tres maestras, tres mujeres, hoy descansan en paz, a ellas mi agradecimiento eterno.



viernes, 4 de noviembre de 2022

EDUCACIÓN Y ARTE

 Por Daniel Quineche Meza

Lima. 4 de noviembre de 2022

Un accidente con agua hirviendo me quemó el empeine del pie y se complicó con una intoxicación química dando lugar a una dermatitis que duró muchos meses para curar. Ello fue un impedimento para la ejecución de las actividades físicas en el colegio durante el segundo año de la secundaria. Por influencia de unos amigos me animé a buscar un cupo en la Banda de Músicos de la GUE LFX. Aprendí a tocar un instrumento de viento del área de bajos, el bombardón, y a leer música en el pentagrama. Los ensayos eran diarios al final de la tarde y el sábado al final de la mañana. De tanto ensayo logramos memorizar las partituras de marchas militares (para los desfiles escolares) y algunos temas musicales como los pasodobles (para las corridas de toro).

Este aprendizaje en la práctica distaba mucho de lo que se enseñaba en la asignatura de Música que llevamos los cinco años de secundaria. Tan teórica y memorística (el programa consistía en una historia de la música en Europa) fue su enseñanza que en un semestre del cuarto año lo desaprobé. El problema principal de la enseñanza de la música fue el no contar con maestros idóneos, por lo que, en muchos casos, se recurría a personas con formación musical, pero sin formación pedagógica (Sánchez, 2000). A fines de la década de los sesenta, la asignatura de Música pasó a formar parte de lo que la revolución educativa de Velazco llamó Educación Artística.

Dibujo fue otra asignatura del campo de la educación artística comprendida en el programa de estudios de la secundaria. En esta asignatura, repetidamente, reproducíamos en el cuaderno letras de distinto tamaño, forma y color que el profesor dibujaba en la pizarra.

La pandemia puso a prueba nuestra capacidad de resistencia durante el confinamiento y también de creatividad para salir de esta crisis. Y, las personas de toda condición se valieron de actividades artísticas para comunicarse, animarse, informarse y desarrollar habilidades que tenían en potencia. Esta renovada puesta en valor del arte nutre a la educación artística para que los estudiantes desarrollen competencias que cierran la brecha entre las tres dimensiones del aprendizaje: cognitiva, emocional y conductual. “Las competencias asociadas a la creatividad, la colaboración y la resolución imaginativa de problemas desarrollan las capacidades de recuperación, fomentan la apreciación de la diversidad cultural y la libertad artística, y cultivan la innovación y las habilidades de pensamiento crítico.” (UNESCO, 2022) Para ello es imprescindible disminuir el débito de profesores de educación artística; profesores que compatibilicen su creatividad artística con el ejercicio docente, que trabajen en equipo con los profesores de todas las áreas curriculares para la realización de actividades interdisciplinarias que incluyan a la educación artística, y que conecten el arte con la vida cotidiana y los modos de vida de los estudiantes.

miércoles, 19 de octubre de 2022

DE LA EDUCACION FÍSICA A LA ALFABETIZACIÓN FÍSICA

Daniel Quineche Meza

Lima, 19/10/2022

En la primaria, cada profesor de aula disponía de unas horas a la semana para la Educación Física, mejor, “recreación física”. Nos llevaban al Parque Infantil para que practicáramos diversos juegos por iniciativa propia. El juego dominante era el fútbol, pero propio de los más “habilidosos”. El resto, practicaba otros juegos en pequeños grupos como “A las escondidas”, “A la pega”, etc.

La Educación Física como disciplina la experimentamos en la secundaria. Mi promoción tuvo tres experiencias distintas en este campo. La primera, se practicaba en la playa, con carreras y fútbol.  ¿Qué aprendí? Mis limitaciones físicas, una mala pisada y zas luxación de los tobillos, dolor e hinchazón, llegaba a casa cojeando. El “huesero” del barrio con un masaje, con aceite y hierbas raras, y fuertes estirones ponía los huesos en su lugar, trincada y descanso por unos días, y listo para volver al colegio.

La segunda, ejercicios dirigidos en la loza de cemento de un local deportivo cercano al colegio, bajo el sonido del silbato y la atenta mirada del profesor. Además del fulbito introdujo la práctica del básquetbol, que era su pasión. Sin embargo, una mañana ¡sorpresa!, el profesor ordenó bajarnos los shorts y los calzoncillos, disque para revisar la higiene del cuerpo. A partir de que algunos compañeros presentaban vellosidad en los genitales nos reprendió a todos diciendo que la masturbación era mala para la salud y la mente. ¿Qué aprendí? Se acrecentaron mis dudas y perjuicios sobre lo que ocurría en mi cuerpo de adolescente; ni el colegio ni mi hogar pudieron darme respuestas satisfactorias, sólo censura.

La tercera, la práctica de gimnasia y el atletismo, favorecidas porque el colegio ya contaba con un campo deportivo. El profesor seleccionó a los estudiantes, según sus habilidades, para la práctica de alguna disciplina atlética (saltos, carreras, lanzamientos), y deportes (fútbol, básquetbol). Eso sí, todos participábamos en el drill gimnástico. ¿Qué aprendí? Conociendo mis límites físicos, me dediqué a la gimnasia, a la que sumé la tensión dinámica, la que practico hasta el presente.

En la actualidad, la velocidad del cambio en la sociedad (impulsada más por la pandemia) refuerza el cambio de paradigma en la educación de modo que el estudiante que aprende se sitúa en el centro del proceso educativo. Este cambio en la Educación Física, por consiguiente, está condicionado por las características y necesidades de los estudiantes y por la valoración de la práctica de la actividad físico-deportiva en la sociedad.

La valoración de esta actividad se asocia a dos conceptos emergentes: salud sana y vida físicamente activa a lo largo de la vida (Whitehead, 2012). Para la práctica docente, esto implica concebir la práctica física como medio para la creación de hábitos perdurables y como un factor de prevención y promoción en la salud de la persona (Haerens et al, 2011). Se entiende “salud sana” como un completo bienestar físico, mental y social (OMS). Una persona saludable es consciente de sus capacidades y limitaciones y de conformidad con su imagen corporal, y asume la actividad física como un medio para favorecer su equilibrio personal y mejorar la relación con su entorno.

Si la competencia se entiende como la capacidad a desarrollar y el estándar como el medio para valorar su grado de adquisición, no se trata de enseñar alguna disciplina gimnástica o deportiva, sino de enseñar aquello que permita a los estudiantes: “a)  Comprender la importancia del ejercicio físico para su salud física (sentirse bien consigo mismo, aceptar sus capacidades y posibilidades), mental y emocional (como medio de liberación, de regulación de tensiones) y social (de relación, disfrute y uso del tiempo libre), b) Realizar una actividad adecuada a sus gustos, capacidades e intereses personales, y c) Planificar su propia actividad, dentro y fuera del centro, conforme a la experiencia adquirida y a las expectativas personales.” (J. Coterón. 2019)

domingo, 9 de octubre de 2022

MI PRIMERA EXPERIENCIA DE ESTAR A LA CABEZA

Daniel Quineche Meza

Lima 9/10/2022

Corría el primer bimestre del primer año y de repente el Auxiliar me llama a un aparte y dice que me ha elegido brigadier del aula. Según sus palabras, el brigadier cumplía la función de apoyo al Auxiliar en el control de la asistencia diaria y de la disciplina (comportamiento) de los alumnos en el aula, y también de apoyo al profesor durante las clases, alcanzarle la mota y las tizas. Como no se daban pautas más precisas para cumplir con esta función, el resto tuve que aprenderlas en la práctica cotidiana.

Los problemas observados en las escuelas relativos al comportamiento de los estudiantes, por ese entonces, fueron tratados mediante el control y la represión o castigo. El control se refería a dar cuenta precisa a la autoridad escolar de quién o quiénes mostraban esa “mala” conducta; lo que obligaba a ampliar el campo de detección con el auxilio de los mismos escolares como el brigadier de aula y, de esta manera, la autoridad escolar podía imponer la sanción correspondiente. Se esperaba que, con esta medida, basada en el miedo al castigo, incluso físico, obligaría a los estudiantes a cambiar su conducta ajustándose a las normas de la escuela.

Detrás de esta medida disciplinaria estaba el supuesto de que la escuela era un centro similar a un cuartel policíaco-militar (Foucault, 1975, dice: El siglo XIX inventó, sin duda, las libertades: pero les dio un subsuelo profundo y sólido — la sociedad disciplinaría de la que seguimos dependiendo). En la actualidad, esta concepción se viene dejando de lado asumiendo que es preferible el fortalecimiento de las conductas adecuadas antes que la represión y castigo de las conductas inapropiadas. Así, la disciplina escolar hoy se entiende como el conjunto de normas que regulan la convivencia en la escuela. El “reglamento interno”, que regula el comportamiento exclusivo de los estudiantes, está dando paso al “Manual de convivencia”, que establece normas que contribuyan a la convivencia de todos los que conforman la escuela (Márquez y colab. 2007)

Esta experiencia de brigadier, en lo personal, la aproveché para el fortalecimiento de mi persona pues puse mayor empeño en los estudios, lo que me llevó a ocupar el primer puesto, con diploma incluido, ese primer año de la secundaria.


domingo, 21 de agosto de 2022

LOCAL ESCOLAR DE ARENA

 Daniel Quineche Meza

Lima, 16 de agosto de 2022

La matrícula en la Secundaria fue sólo un trámite porque mi buen rendimiento escolar de la Primaria así lo ameritaba. Ahora era alumno de la GUE Luis Fabio Xammar, colegio de gran prestigio en la localidad.

Sin embargo, de GUE sólo tenía ese nombre porque la realidad era que carecía de un local escolar propio y recibía a los alumnos hasta en dos casas adaptadas para esa función (en las calles, Bolívar y Alfonso Ugarte, respectivamente). Creo que las autoridades locales pidieron esa designación con la esperanza de que le construyan un local escolar decente (Mediante el Decreto Supremo Nº 66, de 11 de diciembre de 1963, el colegio fue elevado a la categoría de Gran Unidad Escolar), aspiración que se alcanzó recién unos años más adelante.

El terremoto del 17 de octubre de 1966, que en Huacho tuvo una intensidad de VIII (Escala de Mercalli), puso en evidencia las fallas estructurales del recién estrenado local del Xammar en la Panamericana Norte. Ese año las secciones de tercero, cuarto y quinto año habíamos ocupado ese “moderno” local de dos pisos. Gracias a que ese día la dirección del plantel nos había concedido un “Día libre” (asueto) en reconocimiento de que el equipo de fútbol logró el campeonato escolar local, cientos de estudiantes salvamos la vida. Después del sismo, que ocurrió a las 4:40 de la tarde, contemplamos absortos la destrucción casi completa del edificio. El tanque de agua había caído sobre las aulas de quinto año, con el peso de la segunda planta, las grandes ventanas del primer piso se habían doblado y los vidrios volados como balas, las escaleras destruidas, las columnas y paredes se desmoronaban como arena. Este local fue declarado inhabitable.

El resto del año escolar de cuarto y el siguiente, quinto, lo terminamos en aulas prefabricadas, levantadas en el campo deportivo.

Aún hoy, es muy difícil librarse de los actos corruptos que envuelven a la construcción de locales escolares en el Perú por parte del Estado.


miércoles, 10 de agosto de 2022

FORMACION PROFESIONAL TÉCNICA Y CURRÍCULO POR COMPETENCIAS*

 Daniel Quineche Meza

13/07/2001

El nuevo escenario del mundo, la globalización, donde los circuitos de la producción, el comercio y la comunicación diluyen las fronteras de los países bajo la influencia creciente de la ciencia y la tecnología, ha planteado la modificación de las estrategias de desarrollo de los países más pobres.

Productividad, competitividad y sostenibilidad son los nuevos paradigmas bajo los cuales se comienzan a rediseñar las estrategias para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

Pero el logro de una mejor calidad de vida no solo depende de los esfuerzos que hagan los Estados con medidas de promoción económica, laboral y social, sino que son los propios ciudadanos que deben alcanzarla gracias a su empleabilidad; es decir, antes que tener un trabajo estable lo que se vislumbra es la posibilidad de estar empleado permanentemente. Esta condición solo es posible de cumplirse si los trabajadores son competentes en el campo laboral.

En esta perspectiva, los sistemas de formación profesional técnica en América Latina y algunas experiencias piloto en nuestro país (FORTE-PE, AECI, CAPLAB, entre otras) han empezado a rediseñar los planes de estudio en torno a las competencias laborales.

Este cambio no solo afecta a los objetivos y contenidos educacionales sino también a las condiciones pedagógicas y organizacionales para garantizar el logro de estos.

En cuanto a las condiciones pedagógicas, significa que los docentes no solo deben mejorar lo que vienen haciendo, sino que deben cambiar la manera de hacerlo. Ahora, además de enseñar, también deben ayudar a aprender, orientar sobre el rol de la carrera que han elegido, trabajar en equipo, desarrollar la inteligencia emocional, etc.

En cuanto a las condiciones organizacionales, directivos y docentes deben crear un clima institucional caracterizado por su disciplina, disposición a compartir y a aprender permanentemente. Esto implica, por un lado, la atención a los estudiantes debe darse desde una perspectiva de equipo interdisciplinario y, por el otro, su relación con el entorno productivo debe asegurar la provisión de experiencias de aprendizaje que el propio centro formador no puede ofrecer.

Sin embargo, los cambios en el sistema formativo no serán suficientes si el sistema productivo y laboral del país no se dinamizan en la misma dirección. Así, por ejemplo, la formación de técnicos en industrias alimentarias debe ir de la mano con una clara y decisiva política de Estado para impulsar el desarrollo de auténticas industrias en este campo. La persistencia de trabajo artesanal, empírico y precario, y de la industria transnacional, de trabajo muy especializado, no alientan la formación técnica.

La formación profesional técnica basada en el enfoque por competencias será una alternativa viable solo en el marco de una política de Estado que promueva el desarrollo de las fuerzas productivas y empresariales, y que impulse además acciones hacia la apertura de los mercados internacionales a los productos peruanos.


*Comentario presentado en el Primer Congreso Nacional de Educación Profesional Técnica, realizado en Lima, del 12 al 14 de julio de 2001.


martes, 26 de julio de 2022

APRENDES O …

 Daniel Quineche Meza

Lima, 25 de julio de 2022

En los primeros años de la Primaria me sentía bien como un alumno regular pues así lo consideraba mi maestra. En cuarto año, la novedad fue que los alumnos eran clasificados según su rendimiento en los exámenes. El aula se dividía en cuatro grupos: El grupo A de excelencia, el grupo B de los buenos, el grupo C de los regulares y el grupo D de los peores. Cada bimestre el maestro hacía la clasificación y los alumnos se distribuían entre los cuatro grupos. Ese año me di cuenta de que tenía cierto potencial para los estudios y así en el primer semestre ocupé la tercera carpeta del grupo A, sitial que pude mantener durante todo el año escolar.

Sin embargo, ese cuarto año fue también el de una experiencia traumática. Imperaba la ley fáctica de “la letra con sangre entra”. El maestro tenía una vara, de palo de escoba, de unos 30 cm, con la que castigaba en la palma de las manos cuando no se respondía adecuadamente a sus preguntas o no se hacían los ejercicios o tareas que mandaba. Los que incurríamos en falta, formados en columna recibíamos el castigo que merecíamos. Algunos terminábamos con las manos moradas y presto nos íbamos al baño a ponerlas sobre la lozas húmedas y frías en busca de un alivio. Si alguno se quejaba a sus padres, éstos se acercaban donde el maestro y le pedían que lo castigara más para que aprendiera a ser responsable y un buen estudiante.

El quinto año fue distinto. La ley de “la letra con sangre entra” empezó a declinar, aunque la prohibición definitiva del uso del castigo físico contra los niños, niñas y adolescentes, recién se estableció en el país en el 2015 por ley N° 30403). El nuevo maestro cambió el trato a los estudiantes, mostrando mayor preocupación por aquellos que tenían más dificultades para aprender. Promovió relaciones de solidaridad entre todos los compañeros del aula, sobre todo cuando salían a trabajos de estudio en el campo. La playa, la campiña, el parque infantil y el campo deportivo fueron otros escenarios donde se podía aprender muchas cosas, además de permitirnos el cultivo de muchas amistades que aún perduran en las décadas posteriores.