Daniel Quineche Meza
San Borja, 22 de octubre de 2002
Una primera mirada a esta
población nos indica que el 87,6% del intervalo etario 12-16 años está
asistiendo a un centro escolar. En las zonas urbanas el índice se eleva hasta
el 93,3% mientras en las zonas rurales baja hasta el 78,2%. Algo similar ocurre
en el comportamiento de hombre y mujeres, aunque ligeramente menor en las zonas
rurales (76,3%).
De seguir las cosas como van, ¿qué le espera a esta generación? Es probable que 3 de cada 10 jóvenes del grupo etario 17-24 años asiste a un centro de formación. Esta proporción indudablemente no se explica porque los jóvenes han fracasado en su ingreso a centro de formación superior, como es el clásico comentario de los analistas de la educación. Si se conoce, además, que ningún centro de formación superior le sobran vacantes, la baja tasa de asistencia se explica porque hay una reducida oferta educativa en este nivel. Entonces, no es lícito seguir poniendo como norte de la educación el ingreso a la universidad. Por el contrario, nuestra misión consistiría en abrir un abanico de nuevas oportunidades de realización personal, académica y profesional a lo egresados de la secundaria, más allá de las universidades.
De otro lado, si miramos la
composición de la PEA según su nivel educativo, lo que tendríamos que hacer es
un esfuerzo país para que ese 9,2 % de analfabetos y 29,8 % de PEA con nivel
primario complete su secundaria y que ese 39,8% de PEA con secundaria complete
su formación de educación superior no universitaria (Recordemos que en los
países de alto desarrollo la proporción profesional técnico/profesional
universitario es de 4/1).
Para actuar con justicia y cuidando de brindar iguales oportunidades otros países han venido introduciendo, con mucho éxito, la aplicación de una prueba única para realizar la selección de aquellos ciudadanos que van a seguir estudios universitarios. Y, por otro lado, están introduciendo la aplicación de sistemas de control de calidad a través de la denominada Acreditación de los estudios universitarios. La introducción de estas medidas implica por lo menos lo siguiente:
-
Que los estudios preuniversitarios deben
realizarse teniendo como meta alcanzar ciertos estándares educacionales.
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Que los estudios preuniversitarios brinden una
fuerte orientación profesional y una tutoría que apoye la consecución de
aprendizajes significativos.
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Que los estudios universitarios se realicen bajo
los más estrictos controles de calidad del servicio y de rendimiento de los
usuarios.
En ese sentido, para asegurar
mejores logros, esos mismos países han alargado el periodo de formación básica
hasta alcanzar 10 grados de escolaridad obligatoria y continua, en el mejor de
los casos. Lo que ha implicado la introducción de una nueva secundaria de 2 o 3
años con propósitos relacionados con la orientación profesional; y la
consolidación de un subsistema de Formación profesional que acoge a estudiantes
de 15 años a más. Junto a estas medidas han incorporado otras como: evaluación
terminal en periodos más largos (ello justifica que se hable de ciclos),
jornada escolar completa, formación basada en competencias, currículo flexible
para atender la diversidad, considerar al centro educativo como unidad del
cambio educativo, medición de la calidad educativa, etc.
Si tomamos en cuenta la tendencia del desarrollo económico en el mundo, cada vez estamos más cerca de que el Perú forme parte activa de un gran mercado regional (El ALCAN) lo que implica no sólo relaciones comerciales de importación y exportación, sino también de productividad y competitividad y una gran movilización de la fuerza laboral y profesional. Estas dinámicas implican:
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Mejoramiento sustantivo de la calidad de nuestra
fuerza laboral y profesional, que exige mayor articulación entre las políticas
sectoriales de educación, trabajo, industria, agricultura y salud (Esta
articulación hoy se logra diseñando intersistemas basados en competencias).
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Modernización de nuestro sistema productor:
Redefinición y articulación con equidad del sector primario de nuestra economía
y crecimiento acelerado del segundo sector.
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Educación basada en los enfoques intercultural,
desarrollo sostenible y desarrollo humano.
-
Estandarización de las metas educativas y
medición de la calidad educativa.
Ante este panorama, consideramos
que el punto clave para el rediseño de nuestro futuro está en los cambios que
tenemos que emprender en la educación de los adolescentes de hoy, padres del
mañana[2] . Edad difícil en
la que uno no es niño y tampoco se es adulto. Etapa de la vida en la que se va
definiendo la persona, entre ilusiones e impaciencias, de los mismos
adolescentes y de los que los rodean. Este grupo poblacional tal vez es el más
ignorado. Sin embargo, allí reside la fuerza del cambio que tanto anhelamos y
que la educación debe hacer despertar.