Por Daniel Quineche Meza
Lima. 4 de noviembre de 2022
Un accidente
con agua hirviendo me quemó el empeine del pie y se complicó con una
intoxicación química dando lugar a una dermatitis que duró muchos meses para
curar. Ello fue un impedimento para la ejecución de las actividades físicas en
el colegio durante el segundo año de la secundaria. Por influencia de unos
amigos me animé a buscar un cupo en la Banda de Músicos de la GUE LFX. Aprendí
a tocar un instrumento de viento del área de bajos, el bombardón, y a leer música
en el pentagrama. Los ensayos eran diarios al final de la tarde y el sábado al
final de la mañana. De tanto ensayo logramos memorizar las partituras de
marchas militares (para los desfiles escolares) y algunos temas musicales como
los pasodobles (para las corridas de toro).
Este
aprendizaje en la práctica distaba mucho de lo que se enseñaba en la asignatura
de Música que llevamos los cinco años de secundaria. Tan teórica y memorística (el
programa consistía en una historia de la música en Europa) fue su enseñanza que
en un semestre del cuarto año lo desaprobé. El problema principal de la
enseñanza de la música fue el no contar con maestros idóneos, por lo que, en
muchos casos, se recurría a personas con formación musical, pero sin formación
pedagógica (Sánchez, 2000). A fines de la década de los sesenta, la asignatura
de Música pasó a formar parte de lo que la revolución educativa de Velazco
llamó Educación Artística.
Dibujo fue
otra asignatura del campo de la educación artística comprendida en el programa
de estudios de la secundaria. En esta asignatura, repetidamente, reproducíamos
en el cuaderno letras de distinto tamaño, forma y color que el profesor
dibujaba en la pizarra.
La pandemia puso a prueba nuestra capacidad de resistencia durante el confinamiento y también de creatividad para salir de esta crisis. Y, las personas de toda condición se valieron de actividades artísticas para comunicarse, animarse, informarse y desarrollar habilidades que tenían en potencia. Esta renovada puesta en valor del arte nutre a la educación artística para que los estudiantes desarrollen competencias que cierran la brecha entre las tres dimensiones del aprendizaje: cognitiva, emocional y conductual. “Las competencias asociadas a la creatividad, la colaboración y la resolución imaginativa de problemas desarrollan las capacidades de recuperación, fomentan la apreciación de la diversidad cultural y la libertad artística, y cultivan la innovación y las habilidades de pensamiento crítico.” (UNESCO, 2022) Para ello es imprescindible disminuir el débito de profesores de educación artística; profesores que compatibilicen su creatividad artística con el ejercicio docente, que trabajen en equipo con los profesores de todas las áreas curriculares para la realización de actividades interdisciplinarias que incluyan a la educación artística, y que conecten el arte con la vida cotidiana y los modos de vida de los estudiantes.
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