Por Daniel Quineche Meza
02/03/2021
En febrero, mes del carnaval, sufrimos los impactos de la segunda ola, consecuencias de nuestros descuidos en Navidad y Año Nuevo.
Los contagios por mes fueron tantos como el pico de agosto del 2020 (Gráfico 1). Pero esta vez, los enfermos confirmados se duplicaron y por eso el grito de “agua” se convirtió en “oxígeno” (Gráfico 2). Y no es porque en la atmósfera terrestre haya disminuido el oxígeno, sino porque los pulmones enfermos funcionan mal.
Se salvaron muchas vidas, pero fallecieron tantos como en junio del año pasado (Gráfico 3). Los mayores de 68 años son los más vulnerables y la mayoría de los fallecimientos se registran en los hospitales (Gráfico 4).
El núcleo más alto de contagios se registró en Moquegua, pero sigue siendo mayor que el promedio nacional en Madre de dios, Lima, Tacna, Callao, Amazonas, Tumbes e Ica (Gráfico 5).
La tasa de mortalidad alcanza el nivel más alto en Moquegua, Ica, Callao, Lima (región y metropolitana) y Tumbes (Gráfico 6).
En este mes también empezaron a llegar las vacunas destinadas para el personal médico que trabaja en la primera línea y se destapó el escándalo de la llamada Vacunagate, que ha puesto en tela de juicio a las instituciones comprometidas con el estudio clínico de la vacuna de Sinopharm y la consiguiente caída de dos ministros y del responsable del estudio clínico. Con este hecho como antecedente esperemos que marzo, el mes Marte, no sea un escenario de guerra por las vacunas.
Como la vacunación no significa el fin de la pandemia, hay que
seguir evitando el contagio. A seguir usando máscaras, guardar la distancia
social, evitar los espacios cerrados y lavarse bien las manos.
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