Daniel Quineche Meza
Todos somos conscientes, en mayor o menor medida, que la calidad de la educación que promovemos en nuestras escuelas, principalmente las públicas, no es de lo mejor. De allí las constantes críticas que se nos plantean en diversos foros, seminarios y congresos y que los medios de comunicación social se encargan de difundir.
Si los jóvenes no consiguen trabajo, es por que la escuela no los prepara para el trabajo; si los jóvenes forman pandillas agresivas y violentas, es porque en las escuelas no se enseñan valores ni derechos humanos; si los jóvenes se suicidan, es por que en las escuelas no se les atiende psicológicamente; si los jóvenes se drogan es por que las escuelas no hacen prevención alguna; o si las jóvenes salen embarazadas, es porque las escuelas no enseñan educación sexual; si pierde la selección peruana de fútbol, es porque en las escuelas no se impulsa la práctica del deporte base. Como se puede apreciar el rosario de insatisfacciones respecto a la escuela es interminable.
Según P. H. Coombs, la crisis educativa actual tiene una dimensión mundial, hecho inédito en la historia de la humanidad y se nutre de ella, como una consecuencia de la evolución misma de la civilización. La crisis educativa mundial es, en esencia, una crisis de creciente desadaptación entre los sistemas educativos heredados y el mundo rápidamente cambiante de nuestro alrededor. Como una reacción a estos planteamientos, generalmente aceptados, las escuelas y aún más los pensadores de la calidad que miran hacia ellas, vienen proponiendo múltiples modelos de calidad para la educación.
Sin embargo, considero que el verdadero problema educativo gira en torno a la acción del profesor. Es este quien tiene el poder de hacer funcionar la maquinaria de la estrategia local, regional y nacional, cualquiera que ésta sea, con su accionar diario en el aula.
Esto que parece simple no lo es. Crosby, un influyente pensador de la calidad, nos dice: “La calidad no cuesta, pero no es gratis”. El problema real es generalmente enmascarado en la falacia de la “falta de recursos”, los cuales por lo general son escasos y nos invita a esperar que ello suceda para iniciar la mejora. Sin embargo, más recursos no se convierten “automáticamente” en mejora educativa. El salto que hace falta es cómo el profesor puede poner en marcha la estrategia educativa y, esto tiene que ver con un cambio de actitud y de sus convicciones.
El profesor desempeña su labor en un escenario organizacional que es la escuela. En ella, hoy no es raro que el trabajo se inicie proponiendo y debatiendo sobre la visión de la misma. Sin embargo, todos andan como esperando que después de su esfuerzo notable para definirlas, la visión se traduzca en realidades educativas, así nada más. El poder más importante de una visión es lo que nos “hace hacer”. Sin acción, no tiene relevancia una visión. El profesor es estratégico porque hace. Construye, elabora y edifica a través de acciones. Su esencia está en la acción, y en consecuencia es el vehículo capaz de materializar la visión en el aula. La acción puede contener a la visión completa, y es posible sostenerla por evidencia práctica. De aquí que si la acción en el aula es capaz de incorporar la visión educativa completa, aplicar herramientas de mejora continua de la acción es al menos deseable y, en su último sentido, un acto responsable.
Desde este punto de vista, la calidad de un profesor es un camino hacia el interior, no hacia el exterior de la persona; en consecuencia, lo más importante es la experiencia de la propia persona, sus reflexiones e inquietudes, así como sus convicciones acerca de la necesidad de mejorar.
Un estudio realizado por UNESCO en México, Chile, India y Guinea llegó a la conclusión de que los buenos profesores se distinguen de los malos por las siguientes características:
- Asisten con regularidad a clases, son puntuales.
- Utilizan planes de trabajo y preparan sus clases con anterioridad.
- Tienen un estilo activo de enseñanza.
- Asignan tareas para hacer en casa y les da corrección individual.
- Dan cuenta de sus resultados a los padres de familia.
- Trabajan en escuelas que cuentan con controles y apoyos a la enseñanza.
Si los jóvenes no consiguen trabajo, es por que la escuela no los prepara para el trabajo; si los jóvenes forman pandillas agresivas y violentas, es porque en las escuelas no se enseñan valores ni derechos humanos; si los jóvenes se suicidan, es por que en las escuelas no se les atiende psicológicamente; si los jóvenes se drogan es por que las escuelas no hacen prevención alguna; o si las jóvenes salen embarazadas, es porque las escuelas no enseñan educación sexual; si pierde la selección peruana de fútbol, es porque en las escuelas no se impulsa la práctica del deporte base. Como se puede apreciar el rosario de insatisfacciones respecto a la escuela es interminable.
Según P. H. Coombs, la crisis educativa actual tiene una dimensión mundial, hecho inédito en la historia de la humanidad y se nutre de ella, como una consecuencia de la evolución misma de la civilización. La crisis educativa mundial es, en esencia, una crisis de creciente desadaptación entre los sistemas educativos heredados y el mundo rápidamente cambiante de nuestro alrededor. Como una reacción a estos planteamientos, generalmente aceptados, las escuelas y aún más los pensadores de la calidad que miran hacia ellas, vienen proponiendo múltiples modelos de calidad para la educación.
Sin embargo, considero que el verdadero problema educativo gira en torno a la acción del profesor. Es este quien tiene el poder de hacer funcionar la maquinaria de la estrategia local, regional y nacional, cualquiera que ésta sea, con su accionar diario en el aula.
Esto que parece simple no lo es. Crosby, un influyente pensador de la calidad, nos dice: “La calidad no cuesta, pero no es gratis”. El problema real es generalmente enmascarado en la falacia de la “falta de recursos”, los cuales por lo general son escasos y nos invita a esperar que ello suceda para iniciar la mejora. Sin embargo, más recursos no se convierten “automáticamente” en mejora educativa. El salto que hace falta es cómo el profesor puede poner en marcha la estrategia educativa y, esto tiene que ver con un cambio de actitud y de sus convicciones.
El profesor desempeña su labor en un escenario organizacional que es la escuela. En ella, hoy no es raro que el trabajo se inicie proponiendo y debatiendo sobre la visión de la misma. Sin embargo, todos andan como esperando que después de su esfuerzo notable para definirlas, la visión se traduzca en realidades educativas, así nada más. El poder más importante de una visión es lo que nos “hace hacer”. Sin acción, no tiene relevancia una visión. El profesor es estratégico porque hace. Construye, elabora y edifica a través de acciones. Su esencia está en la acción, y en consecuencia es el vehículo capaz de materializar la visión en el aula. La acción puede contener a la visión completa, y es posible sostenerla por evidencia práctica. De aquí que si la acción en el aula es capaz de incorporar la visión educativa completa, aplicar herramientas de mejora continua de la acción es al menos deseable y, en su último sentido, un acto responsable.
Desde este punto de vista, la calidad de un profesor es un camino hacia el interior, no hacia el exterior de la persona; en consecuencia, lo más importante es la experiencia de la propia persona, sus reflexiones e inquietudes, así como sus convicciones acerca de la necesidad de mejorar.
Un estudio realizado por UNESCO en México, Chile, India y Guinea llegó a la conclusión de que los buenos profesores se distinguen de los malos por las siguientes características:
- Asisten con regularidad a clases, son puntuales.
- Utilizan planes de trabajo y preparan sus clases con anterioridad.
- Tienen un estilo activo de enseñanza.
- Asignan tareas para hacer en casa y les da corrección individual.
- Dan cuenta de sus resultados a los padres de familia.
- Trabajan en escuelas que cuentan con controles y apoyos a la enseñanza.
¿Por qué la administración actual del Ministerio de Educación insiste en que la mejora de la calidad será consecuencia per se de la evaluación de los profesores? y ¿por qué insiste en que la capacitación a los profesores con énfasis en comprensión lectora y pensamiento lógico-matemático va a tener un impacto positivo en la calidad de la educación?. Además de ser políticas centralistas van contra la corriente del espíritu de la nueva Ley General de Educación que relieva la autonomía de las instituciones educativas y la descentralización de la gestión educativa.
1 comentario:
Es un aporte muy reflexivo, por lo que me he permitido plantearme muchas interrogaciones. Por lo tanto es indispensable preguntarnos ¿Cuál es el rol de la escuela en promover una calidad educativa en esta sociedad? ¿Qué es lo que la sociedad espera de ella? ¿Cuál es la función que esta realmente debe cumplir? Para poder responder a tal cuestión consideramos indispensable analizar cuál ha sido la función de la escuela a lo largo de la historia, qué características presenta la posmodernidad y, a través de este análisis, concluir cuál es la función que la escuela debería asumir en dicha sociedad. No es fácil evitar esta invasión de prototipos de reformas a la que el sector educativo va experimentadando en la búsqueda de la calidad educativa a lo largo de la historia, pero el desafió esta planteado y vale la pena enfrentarlo, porque este sistema de apariencia poderosa, muestra aspectos de debilidad. Frente a estos resultados conocidos de nuestras escuelas publicas, es importante generar desde las escuelas autonomía pedagógica, necesitamos potenciar las capacidades de nuestros maestros, educandos y demás actores de la comunidad educativa con nuevos paradigmas educativos, porque seguiremos resolviendo problemas cada vez mas complejo de modelos pedagógicos pasados, actitudes docentes e ideologías políticas que no permite avanzar y a esto se suma las desiciones de política de estado sin una macro visión de país que deseamos.
“La calidad que estamos buscando como resultado de la educación básica debe entenderse claramente como su capacidad de proporcionar a los alumnos el dominio de las capacidades para la educación democrática y ciudadana, el desarrollo de la capacidad para resolver problemas y seguir aprendiendo, y el desarrollo de valores y actitudes acordes con una sociedad que desea una vida de calidad para todos sus habitantes, implica necesaria e inevitablemente, asumir el desafío de reformar la organización y la gestión de los sistemas educativos . Se necesita la disposición de todos los actores y principalmente del profesorado para participar activamente en una cultura de mejora continua. El reto principal para lograr una educación eficiente y de calidad reside en vencer obstáculos tales como: el estrecho margen en la toma de decisiones, una educación normatizada, el desarrollo insuficiente de la cultura de la planeación, la ausencia de una adecuada evaluación y sobre todo la tolerancia para aceptar una crítica constructiva que mejore el desempeño de cada docente, los excesivos requerimientos administrativos que consumen el tiempo de directores que se han convertido en tramitadores de documentaciones, la falta de liderazgo efectivo de parte de nuestros directores, la escasa comunicación, el ausentismo, el mal uso de los recursos disponibles en la escuela, la práctica docente rutinaria y rígida y la deficiencia en infraestructura y equipamiento. Consideremos que la clave para elevar la calidad en la educación no sólo se centra en el maestro, programas, libros o materiales, sino en la organización interna de cada escuela, en el empeño y responsabilidad que el equipo docente muestre para llevar a cabo sus tareas así como el firme compromiso de que los educandos en realidad aprendan. Para lograrlo se pretende la participación de docentes, directivos, alumnos y padres de familia de tal forma que se favorezca el trabajo orientado a resultados, metas precisas y una evaluación continua encaminada a la transformación de la escuela a partir de la cual se propicie que los alumnos logren aprendizajes relevantes que les eduquen para la vida presente y futura, promover desde las escuelas una comunidad de democracia de conocimiento y aprendizaje, de procesos de asimilación cultural y desarrollo personal.
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