Por Daniel Quineche
03 de febrero de 2021
Iniciamos el 2021 con una segunda ola, esperada o no, creamos o no, pero es real, enferma y hasta mata (Gráficos, 1 al 7). En otros países ya se anuncia una tercera y hasta una cuarta ola.
El virus, en este caso de tipo coronavirus, no es un ser viviente, pero su existencia está condicionada por su capacidad de aprovechar el aparato genético de algún ser viviente (vegetal, animal o humano) para replicarse.
Desde la perspectiva de la teoría de la evolución (Darwin), la invasión a un nuevo medio, por ejemplo, el del humano, obliga al virus a adaptarse y la replicación rápida y masiva la favorece (Para nosotros, es la fase de propagación). Si el medio humano, empieza a cambiar como producto de los tratamientos que se aplican para curar (medicamentos) o salvaguardar la vida (vacunación), el virus se ve obligado a mutar, a hacer algún cambio en su estructura que le permita seguir adaptándose. Por ello las cepas iniciales se debilitan y las mutantes (británica, brasileña, sudafricana, etc.) se hacen dominantes. Para nosotros, más infecciosas, aunque no necesariamente más letales porque al virus no le interesa que el medio humano desaparezca. Esto parece un juego de ajedrez, pero no lo es porque no se trata de quién gana o pierde, sino de alcanzar el punto de equilibrio de adaptación de uno y otro (del virus al medio humano, del humano a convivir con el virus), llamado por los expertos “inmunidad de rebaño”.
El problema es entonces, ¿Cuándo se alcanzará ese punto? Para intentar hacer una prognosis los expertos se apoyan en modelos matemáticos en base al comportamiento estadístico del ataque viral (por ejemplo, el seguimiento que hace la Universidad de Hopkins y el IHNM de la Universidad de Washington- gráfico 8) y por el momento, la incertidumbre continua.
Desde la perspectiva humana, el impacto de la
pandemia es una crisis mundial de todo orden, de salud, económica, social, educativa,
cultural. Una crisis mundial requiere de una solución mundial. No hay
soluciones nacionales para este tipo de crisis. La pregunta es ¿Qué tan capaces
son los países del mundo de colaborar para enfrentar y remontar esta crisis?,
¿nuestros gobernantes e instituciones académicas, políticas y sociales son
capaces de formar parte de esta plataforma de colaboración mundial?